10.12.06

Lo habíamos predicho...


Murió el dictador.
Fueron diecisiete noches, una por cada año de terror. Por diecisiete noches lo enterramos, y el Diablo pasaba puntualmente a buscarlo. "Por criminal y cobarde/ Asesino 'e gente buena/
Ahora me agarra condena/ Por andar haciendo alarde (...)". Diecisiete avisos de lo inevitable: la muerte de Pinochet, el dictador asesino.
Hay que ver los simbolismos, sus coincidencias, contradicciones y sobre todo el reino del sarcasmo en el que nos imbuyen. En el cumpleaños de la vieja bruja, ironía macabra. Celebrando el Día Internacional de los Derechos Humanos, ironía mayor y más triste. Sobre todo porque la condena gris de la justicia oficial no se atrevió a tocarlo.
Por lo mismo, celebremos hoy los juicios humanos. Porque "Donde el infierno + arde/ Se pudren estos tiranos/ Allí se queman las manos/ A ver si pagan la sangre/ El llanto de tanta madre/ La plata que se robaron", se viene la alegría por el ocaso de un criminal astuto que cimentó su poder en base a la traición; que mandó a secuestrar, que mandó a torturar y que mandó a matar en defensa de los intereses económicos de los poderosos; que pulverizó el aparato estatal en ventas tramposas; que robó dinero y supo burlar con descaro a la justicia.
Se vienen entonces el circo y el carnaval. El circo, en las afueras del hospital; en las caras torcidas de los oscuros políticos mercuriales que pedirán banderas caídas y veintiún cañonazos, los que van a recordarnos inevitablemente las bombas sobre el palacio; en las lágrimas de histeria ignorante que lo acompañarán al cementerio, viejas voces con tonos de odio y venganza; en las maniobras de los gobernantes para evadir esos honores que, por supuesto, no merece un criminal; en la defensa obcecada, altanera y boba que un par de gorilas con dieta, tres fósiles con tribuna y una cantante boquifloja se empeñarán en demostrar.
La fiesta y el carnaval, en cambio, serán de quienes perdieron cruelmente una parte de su alma a punta de bota y metralla. La plaza de siempre, puerta de entrada de las grandes alamedas, se va llenando lentamente de banderas y colores, para probablemente desperdigarse por la fresca sombra de los parques. Pero lo que verdaderamente importa es el jolgorio que va creciendo por dentro.
Hoy se destaparán muchas botellas. Escancien por mí aquellas que celebren el alivio de los corazones por la muerte de un mal hombre.
Danilo Pedreros Parra.