
Pero en toda estas discusiones, estos altos vuelos teóricos sobre la cultura popular y la tradición, ¿quién tenía finalmente la verdad? ¿O, al menos, la porción más grande de ésta? Porque la verdad no puede ser una sola, sabemos, aunque de vez en cuando juguemos a que sí, acomodando perras negras para sostener quimeras, arcadias y disparates.
Si la verdad más grande puede ser, entonces, la que colecciona más verdades pequeñas, puede estar del lado de los que son más y miran la misma nube, acomodando su parte a la parte de los otros. Así, la verdad, de alguna manera, se queda siempre del lado de los que dialogan. Y su esencia, sartrianamente dicha, en aquellos que saben ver y se concentran en la pureza de la idea.
Cuidado con las anteojeras en el camino del artista: dejan ver la fogata en el horizonte, pero no a los lobos que se acercan por la vera del camino.